Encuentro con Carla y Francesco Aliverti de la Casa San Gabriele Arcangelo.

El pasado 27 de mayo en Familias para la Acogida de Cataluña tuvimos un bonito encuentro con Francesco y Carla. Tienen 3 hijos biológicos de 22, 25 y 27 años y 5 más acogidos, en este momento, están seguros de que este proyecto no lo han buscado ellos, ni siquiera la primera acogida.

Han llegado a acoger a 20. Siempre ha sido iniciativa del Señor y ellos solo han dicho que sí, cuentan con la certeza que les ha dado el juicio sobre la experiencia de estos años. Empezaron acogiendo en un espacio muy pequeño cuando les llamaban con emergencias que duraban unos 3 meses. Pronto acogieron también a suegros y padres, siempre con dificultades tanto económicas como de relación. Estas acogidas fueron muy importantes y preparatorias para lo que venía.

La intuición de Carla y los trabajos como trabajadores sociales que ya desempeñaban les hicieron dar el paso hacia la Casa Familia. Nos han explicado la diferencia entre una familia que acoge y lo que ellos han registrado: una figura jurídica reconocida a nivel legislativo, constituida con su carta de servicios, sus deberes y sus obligaciones, con una supervisión profesional mensual de cada proyecto educativo de cada niño, con una retribución económica y un educador obligatorio (contratado: la Casa Famiglia en Italia).

 La Casa Familia les ha permitido hacer mejor cada seguimiento individual, el proyecto educativo de cada hijo acogido, y tener mayor poder y credibilidad en las negociaciones o los encuentros con las instituciones estatales. El respaldo de Famiglie per l’Accoglienza ha sido clave, según ellos, así como los profesionales que les supervisan y ayudan y la red de amigos que les sostienen, tanto afectiva como logísticamente y especialmente les sostienen volviéndoles a mostrar el Origen en medio de la dificultad de cada circunstancia. Porque, como decía Don Giussani y nos recordaban ellos <<Las circunstancias por las que Dios nos hace pasar son factor esencial y no secundario de nuestra vocación, de la misión a la que nos llama>>.

 ¿Le vale la pena al niño verse en una familia que le ama mejor y donde se le facilitan más recursos si luego va a encontrarse de nuevo con el dolor de su familia de origen y puede verse obligado a volver a ella?

Sí, responde Carla, pues en mi experiencia y en los 40 años de experiencia de una supervisora amiga mía, los niños no han perdido lo que la familia acogedora les había aportado y han crecido y madurado con ello en su camino, sintiéndose más seguros y amados.

 Al preguntarles si la experiencia de la acogida había afectado al matrimonio responden que sí, que ha sido la acogida lo que les ha permitido acogerse de forma nueva entre ellos y comprender que el Señor los había unido para este propósito común. Son muy distintos entre ellos y Carla recuerda que ha sido el Señor el que le ha hecho ver, a través de su Sí, que Su obra se iba a realizar pero de otra manera. Ella esperaba siempre la iniciativa de su marido pero el Señor iba a llegar a Francesco a través de ella así que le dijo que sí y pasó a la acción.

 Francesco nos cuenta que su Sí a la Casa Familia tardó en llegar 1 año y que no tenía en sus planes ninguna acogida. Pero nunca rechazó en su corazón el deseo de su mujer y, finalmente, el día en el que oyó de Carrón esta frase de las circunstancias, lo unió todo, comprendió que eran signo de la misión que le daba el Señor y le dio su Sí a Carla también para el proyecto de la Casa Familia.

 Los hijos biológicos, por su parte, fueron los primeros en desear con Carla abrir su casa y formar una Casa Familia. Son chicos tocados por esta experiencia, que han afrontado pruebas muy duras con sus hermanos acogidos, que han pedido ayuda cuando no podían con ellos, que participan en su cuidado ayudándoles con los deberes, acompañándoles a la escuela o yendo a animarles en sus partidos de fin de semana.

 Ha sido un encuentro bello de gran intensidad del cuál estamos muy agradecidos, en el que se han forjado nuevas y sorprendentes relaciones de amistad, de la mano de dos personas realmente acogedoras de la diferencia y respetuosas al máximo del sufrimiento que hay en cada persona que el Señor les hace encontrar.