Dos protagonistas, Leila y el padre Jacob, y un secundario, el cartero, bastan para componer un hermoso cuento de setenta minutos sobre el poder de la misericordia de Dios, que perdona lo que los hombres no son capaces de perdonar. En ese sentido, a pesar de que la culpa tiene su peso, como en toda película luterana que se precie, el conjunto del film es absolutamente asumible en una concepción católica de la fe. Además, Cartas al Padre Jacob contiene sugerentes reflexiones sobre la vocación, el poder de la oración, la paciencia, la acogida, la providencia y el arrepentimiento.
Una estética nórdica y esencialista, unas interpretaciones sobrias, un tempo calmo, y una partitura de ecos bergmanianos culminan una pequeña joya que, sin embargo, merece estar junto a títulos inmensos como Los miserables, del también nórdico Bille August. Cartas al Padre Jacob ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Festival del El Cairo, el Premio del Público del Festival de cine nórdico de Rouen, y el Premio al Mejor Director en el Festival estonio de Taillin.
Juan Orellana