‹Cuando le preguntas ¿Tú quién eres para mí?, él contesta: “un regalo divino”›.
Ana Rivero, madre acogedora de Canarias, nos cuenta su experiencia en una cena-coloquio celebrada el 22 de junio en Madrid.
Mi marido y yo tenemos tres hijos biológicos de siete, cinco y tres años. Desde antes de nacer mi hijo pequeño había surgido en mí el deseo del acogimiento al conocer la historia de algunas familias de Madrid pertenecientes a la Asociación “Familias para la Acogida”.
Cada vez que me llegaban avisos desde la Asociación con necesidades de niños que buscaban familia, tenía la inquietud de responder a este deseo que no es una cosa que uno se inventa sino que surge dentro de ti. Nos informamos sobre las modalidades de acogimiento en Canarias y empezamos los cursos para convertirnos en familia acogedora. Una amiga me sugirió leer El Milagro de la hospitalidad, el libro de L.Giussani que la Asociación recomienda para hacer un trabajo serio sobre lo que significa la acogida, y que para mí se ha convertido en el libro de referencia.
A finales de julio del pasado año nos llamaron para acoger a un niño de 7 años que venía de un centro de menores. Leyendo el título del libro, El Milagro de la Hospitalidad, te das cuenta que verdaderamente es así: suceden milagros gracias a la acogida. El primer milagro con la llegada de Gabriel a nuestra casa fue el cambio en la relación con mi hermana, ya que nos habíamos distanciado mucho. Con la llegada del niño ella se acercó de nuevo a mí dejando atrás todo lo ocurrido, por la sorpresa que le producía que hubiéramos acogido a alguien. Ella está siendo una de las personas que más me está ayudando en el acogimiento. También mi madre ha cambiado su postura inicial. Al principio criticaba que yo hubiera dejado mi trabajo para quedarme en casa cuidando niños –ya que para ella soy la única de sus 5 hijos que ha sacado una carrera-. Sin embargo ha sido sorprendente ver como mis padres también han abierto su casa a este nuevo miembro de la familia.
También en nuestro entorno cercano y en el colegio se despierta una pregunta:“¿Qué te ha movido a hacer esto?”. Su profesora no para de sorprenderse por este hecho “¿Por qué lo habéis hecho?”. Yo respondo que es fácil de entender, cuando uno ha recibido un regalo muy grande, como para mí ha sido mi familia, que menos que compartirlo con los demás… Es verdad, como escuché decir en el congreso por el 10º aniversario de Familias para la Acogida, que la acogida genera redes porque es algo que te abre a una pregunta y a querer participar de eso.
Los demás milagros que han ido sucediendo durante este año han sido con la familia biológica de Gabriel. Los abuelos quieren mucho al niño porque lo han criado. Al principio tenían miedo porque no nos ponían rostro, pero a lo largo de este año han ido viendo como su nieto ha cambiado, incluso físicamente.
La relación con sus padres es complicada. Este año vio a su padre después de 2 años. La relación es difícil porque no lo ve como un padre. Nosotros le ayudamos para que pueda mirar a ese hombre y quererlo como su padre. Su madre, que tiene una grave enfermedad, nunca lo había ido a visitar hasta que vino a nuestra casa. Al principio el niño no quería ir a las visitas. Yo le decía “tu madre tiene una enfermedad pero te quiere, quiere verte, yo te acompañaré y verás que saldrás contento”. Cuando salió de la primera visita me conmoví viendo que salía feliz. A mí el afecto por su madre no me surgía de inmediato, pero los dos juntos hemos aprendido a quererla. También la madre está contenta de que el hijo esté donde está, dice “lo veo muy feliz y muy guapo”, y le han dado ganas de conocernos a nosotros.
Gabriel es un niño con una gran necesidad de afecto. Una noche se levantó y me dijo: “¿yo soy tu hijo verdadero?”. Respondí: “si, tú eres mi hijo verdadero aunque tengas otros papás”. Él objetó: “Pero yo no salí de tu barriga”. Le expliqué que mis otros tres hijos eran un regalo que Dios me había puesto en la barriguita pero que él también era un regalo que Dios me daba de otra manera. Desde entonces siempre que le digo “¿tú quién eres para mí?” me responde: “un regalo divino”.
A partir de las visitas también han surgido algunas dificultades. Durante este año ha habido varios episodios violentos con alguno de mis hijos, en los que saca toda la rabia acumulada porque ha sufrido mucho en los centros donde ha estado. A veces sucede que te quedas sólo en lo que va mal, pero L. Giussani en el Milagro de la Hospitalidad dice que si no vas al fondo de las razones por las que haces el acogimiento no resistes. Es verdad, los test psicológicos que te hacen antes de darte la idoneidad como familia acogedora no duran. Luego, está la realidad. Mi marido en alguna ocasión ha dicho “si este niño no cambia….”. Pero entonces es el momento de reflexionar juntos: ¿No sabíamos que iba a haber dificultades? ¿Por qué acogimos?, ¿Quién es este niño para nosotros? Como le decía a una amiga mía: el Señor ha sido misericordioso conmigo porque sabe que me despisto, que voy a trancas y barrancas, y tener a Gabriel en casa es tener siempre delante la pregunta ¿Por qué he decidido acoger? Yo no me veo capacitada para el acogimiento, es una gracia, una tarea que el Señor me ha encomendado. Diciendo esto a mi marido cambió su mirada, aunque él no lo identifique con Dios.
En este camino agradezco las ayudas de los testimonios y experiencias de otras familias porque te hacen entender que no eres un bicho raro, que lo que te pasa a ti les pasa a otras familias.
Ana Rivero