Las familias acogedoras de la Comunidad Valenciana llevan meses sin cobrar la subvención para la mautención de los niños que tienen acogidos.
(noticia publicada en www.levante-emv.com)
A Sofía —nombre ficticio— sus padres la abandonaron nada más nacer. Tras pasar sus primeros seis meses de vida con una familia de acogida especializada en casos urgentes, la pequeña recaló en un centro de acogida de menores, los modernos orfanatos (salvando las distancias). Allí estuvo ocho años hasta que la recogieron sus «ángeles de la guarda». Así bautizaron en el centro a Emilio Pérez y Pepita Díaz, el matrimonio de pensionistas que llegó al centro de acogida la víspera de Navidad de 2010 y se llevaron a esta niña rubia con ojos azules de ocho años, con una edad que ya empezaba a condenarla a no salir del centro. Emilio y Pepita (que han tenido ocho hijos, siete de ellos ya independizados) la sacaban del centro de acogida durante los fines de semana y las vacaciones hasta que, el pasado verano, dieron el paso y se llevaron a Sofía a su hogar de forma definitiva para que tuviera, por primera vez, una familia.
El Consell dio el visto bueno y les aprobó la ayuda de Acogimiento Familiar Simple. Esa paga para los gastos de manutención de la niña, de 273 euros mensuales, la cobraron cuatro meses. Pero el grifo se ha cerrado: llevan todo el año 2012 sin cobrar la ayuda (les deben, pues, 1.638 euros). «Y a la niña hay que darle de comer, comprarle ropa, zapatos, material escolar, llevarla de campamento y a la piscina, pagarle la actividad extraescolar de música y costear todos los gastos que haga falta», explica Pepita, de 61 años.
En esta misma situación de impago por una obra tan solidaria se encuentran las 595 familias educadoras que hay en la Comunitat Valenciana. La Conselleria de Justicia y Bienestar Social no negó ayer este extremo y sólo añadió, por boca de la directora general del Menor, Carolina Martínez, que la Generalitat «está en contacto con representantes de las familias educadoras de la Comunitat Valenciana, a quienes se les está informando puntualmente de las gestiones que se están llevando a cabo desde este departamento para que cobren lo antes posible la cantidad que se les adeuda».
No hace falta decir que Pepita y Emilio seguirán cuidando a la pequeña, que les llama «papi» y «mami», cobren o no la ayuda. Pero les duele el perjuicio económico ocasionado: «Somos pensionistas de pensión mínima, con muchos hijos a los que ayudar, y en el reglamento de este programa dice bien claro que el acogimiento no supondrá una merma en la economía familiar», alega Emilio. Cuando llaman a la Conselleria de Hacienda, les dicen que hay tres subvenciones a su nombre (de enero a mayo), pero no hay orden de pago ni fecha de transferencia. Ellos, por su parte, reivindican la «responsabilidad» de su labor y reclaman a la Administración que cumpla con su parte.
Aunque algún conocido no se calla y les pregunta por la calle «por qué se complican la vida» con una niña que no es suya, Emilio y Pepita están más preocupados en hablar de cómo Sofía acaba de terminar Cuarto de Primaria y se ha llevado dos suspensos (Matemáticas y Coneixement del Medi) o lamentan la actitud de los progenitores biológicos de la pequeña: «La madre está desaparecida en combate, y el padre no pide visitas a la niña», cuentan. Es decir: estos dos pensionistas se preocupan como unos verdaderos padres por una niña a la que sacaron del desarraigo familiar más amargo. Pero esa labor, a ojos de la Administración, no merece una puntual recompensa.