10º aniversario de Familias para la Acogida
300 personas se reunieron el sábado 18 de septiembre para celebrar los 10 años de Familias para la Acogida.
La presidenta de la asociación en España, Belén Cabello, su homólogo de Italia, Marco Mazzi, y la directora de la Residencia infantil “Las Rosas” de la Comunidad de Madrid, Mª Teresa Alcázar, fueron los protagonistas de la mesa redonda matutina.
Durante la jornada, jóvenes voluntarios cuidaron y entretuvieron a los más pequeños. Después de comer juntos, como una gran familia, los participantes asistieron a los testimonios de tres personas que han abierto su casa a la acogida o la adopción.
Fue en enero del año 2000 cuando Familias para la Acogida se presentó por primera vez en sociedad en un encuentro público celebrado en Madrid donde fueron invitados algunos amigos italianos de la asociación Famiglie per l’Accoglienza. Tras la difusión de la noticia en la prensa, numerosas personas llamaron interesándose por esta realidad. Este hecho motivó que se diera un reconocimiento jurídico a algo que hasta entonces había sido una experiencia compartida entre varios amigos atraídos por la forma de vida de unas familias pertenecientes a dicha asociación italiana.
La asociación está compuesta por personas comprometidas de diferentes formas en la acogida familiar: adopción, acogimiento de niños y adolescentes, hospitalidad de adultos… Hasta ella llegan casos de necesidad procedentes por lo general de otras entidades privadas pero también de la propia administración pública. Todas estas experiencias tienen en común la apertura del ámbito familiar para acoger a una persona extraña en la vida cotidiana de una casa, algo que en nuestra sociedad no encaja dentro del modelo común de familia.
El propio periodista José Luis Restán, presentador del evento, contó su relación con Familias para la Acogida y lo que representaba en su vida una experiencia que según él, significaba “un hacha que rompe el hielo en el que se va convirtiendo nuestra exigencia humana”, porque el corazón se va endureciendo y necesita algo que rompa ese hielo. “Familias para la Acogida supone una novedad en una sociedad que tiene rechazo a aceptar algo que pueda romper las medidas de protección que nos creamos como para dar seguridad a nuestra vida. Por eso les estoy especialmente agradecido – subrayó- porque son una presencia que interroga mi modo de vivir, mis límites y mis esquemas.
Restán reconocía que sus amigos de Familias para la Acogida no eran especiales: “Algunos tienen más limitaciones que yo, y sin embargo parece como si esos límites no existieran, como si su medida fuese el infinito”.
Fruto de la fascinación
Tras más de 25 años de vida de la asociación en Italia, su presidente, Marco Mazzi, afirmó que “la historia de Familias para la Acogida en estos años, no es fruto de un proyecto diseñado sino de una fascinación. Había algo que vivía en Familias para la Acogida que tocaba el corazón de las personas con las que nos encontrábamos, de hecho ahora somos miles los que formamos parte de esta historia, no sólo en toda Italia, sino también en España y otros países en el extranjero”.
También Belén Cabello, presidenta de la Asociación en España, resaltó que ella no tiene ningún mérito en lo que ha sucedido durante estos años: “Es el sí de muchas familias, un sí que en último término es un misterio”. Y asegura que: “la mejor campaña publicitaria para promover la acogida es ver familias que acogen, que están contentas dentro de las dificultades, porque ningún acogimiento que yo conozca es una novela rosa, y sin embargo es un bien para el que lo hace”.
Razones de fondo
Como parte de familia acogedora, Belén quiso dejar claro que la acogida no es un problema de generosidad, porque la generosidad se agota: “Ante el mundo aparece como una cuestión de generosidad, sin embargo no somos más generosos, somos más afortunados. La acogida es para cualquiera que perciba esta correspondencia en su corazón, y es fruto de un camino”. Por eso, entre las principales labores de la asociación está el acompañamiento y la motivación a las personas que se acercan a la acogida o la adopción. “El motivo fundamental es que uno acoge porque ha sido acogido, uno ama porque ha sido amado” –afirmó Belén.
También Marco insistía en la misma idea cuando señalaba: “En nuestra historia, más que estar preocupados por los frutos de la acogida, hemos buscado custodiar la apertura del corazón, la conciencia de las razones por las que una familia se abre a la acogida. Y el primer resultado siempre ha sido nuestro propio cambio, un crecimiento de nuestras familias, una mayor conciencia y gusto por nuestra propia vida, y cuando esto sucede, obviamente, los resultados no faltan”.
Más allá de los muros de casa
Desde su origen, las personas de la asociación han tenido claro que lo que sucedía dentro de los muros de casa tenía una dimensión pública: “Aunque al principio fuéramos dos familias, teníamos la conciencia de que lo que sucedía en nuestra casa era un bien para todos. Y es que, como señalaba Marco, “el bien social no es algo que establecen los sociólogos, sino que es algo que nace de la propia sociedad. Es un fenómeno a través del cual en su interior nacen puntos de novedad que poco a poco se amplían y permiten que surja una sociedad más generosa, más desarrollada”.
Marco contó uno de tantos ejemplos que pueden ilustrar esto, el de una familia que este año ha adoptado a un niño tetrapléjico que había estado acogido en una institución durante cuatro años: “En torno al sí que ha dicho esta familia ha cambiado un pedazo de mundo, las personas a su alrededor han empezado a tratarse de una manera más verdadera, a preguntarse por qué estas personas habían acogido a un niño como este, cuál es el verdadero significado de la persona, del que me encuentro en el trabajo, en el barrio…”. Es decir, vuelve a generarse un tejido de sociedad en el que la acogida y la gratuidad se convierten en una dimensión importante, por lo menos es un desafío ante el que uno vive.
De utilidad pública
La directora de la Residencia Infantil “Las Rosas” de la Comunidad de Madrid, Mª Teresa Alcázar, reconocía el papel insustituible que tienen instituciones como Familias para la Acogida a la hora de promover y expandir la cultura de la acogida: “hay muy pocas familias que entiendan lo que significa verdaderamente acoger. Este es un trabajo de concienciación muy importante que no se hace desde la Administración. Además, es fundamental que haya puntos de encuentro donde las familias puedan contar sus experiencias, ya que muchos problemas que surgen en la vida cotidiana del acogimiento, se resuelven con la experiencia de los otros. Por eso es fundamental la labor de vuestra asociación”.
Marco se atrevió incluso a hablar de una cultura nueva que nace como relación entre las familias que acogen y los expertos y trabajadores sociales, psicólogos, magistrados que ven lo que sucede: “hemos conocido a muchos trabajadores sociales que se han encontrado con nuestra historia y han vuelto a aprender su trabajo partiendo de aquello que veían acontecer”.
Crecer en acogida, como Juan, Paloma y Antonio.
“Crecer en acogida” ha sido el título elegido para este décimo aniversario. Las personas que nos han ofrecido su testimonio en el acto programado después de comer nos han hablado del bien que supone para la persona acogida encontrar una pertenencia, pero no sólo han hablado del crecimiento del acogido sino del acogedor.
A Juan, un amigo le propuso hacerse cargo de un joven de 15 años que había sido adoptado por un matrimonio que, tras varios años de difícil relación renunció a seguir conviviendo con él. “Mi primera reacción era decir que no, aunque por educación dije que me lo pensaría. A los 15 días me volvió a insistir y es ahí cuando empecé a tomarme en serio la propuesta, no tanto por el bien que yo pudiera hacer al joven, sino porque comenzaba a entrever que detrás de esta decisión existía una posibilidad de crecimiento para mi vida. Me ponía ante la disyuntiva de decir sí o no a algo que podía ser más grande de lo que yo era capaz de imaginar”.
Tras más de 3 años de acogimiento, un día el chaval le comunica su decisión de regresar a su país de origen movido por el deseo de conocer a su familia, madre, padre y siete hermanos pequeños a los que nunca había conocido ni sabía de su existencia hasta hacía poco.
“Mi papel en todo este tiempo ha sido sencillo –comenta Juan- , acoger, abrazar y acompañar a Armando en todas sus circunstancias, hacerle ver, con toda mi torpeza, que a pesar de todos sus errores, le quería por lo que era. Me di cuenta de que Armando nunca había querido a nadie porque nunca se había sentido querido y perdonado. No sé qué va ser de su futuro, pero me quedo tranquilo, con una extraña sensación de tristeza por el vacío que deja y de alegría por ver cómo ha tomado una decisión adulta capaz de recorrerse medio mundo para poder abrazar y ser abrazado, un gesto absolutamente gratuito para con él y su familia.
Este gesto pone delante de todos que el milagro del cambio es posible y que uno cuando es amado y perdonado de forma gratuita es capaz de abrazar y perdonar el dolor más grande”.
Pero Juan no ha estado solo en esta aventura: “Todo esto hubiera sido imposible fuera del lugar en el que a mí se me ha tratado de la misma forma, donde soy afirmado en todas mis circunstancias. Los amigos más cercanos, una amistad que va más allá de la simple coincidencia en los gustos, y que para Armando era un ejemplo palpable de que es posible la amistad. Y la asociación Familias para la Acogida, el lugar en el que se me propuso y se me acompañó en una aventura como esta, que sin duda ha cambiado mi vida”.
Paloma tiene tres hijos, dos biológicos y uno en acogida que lleva tres años con su familia. “Desde el principio Miguel se ha integrado muy bien”. Un día les comunicaron a ella y a su marido que el juez ampliaba las visitas de Miguel con su mamá de 1 a 3 horas al mes. “Al principio me descolocó bastante porque no entraba dentro de mis planes y me venían muchos sentimientos, sentí impotencia y miedo a que se fuera de la noche a la mañana”.
Todo esto le sirvió a Paloma para volver a la realidad y darse cuenta de que “el niño no nos pertenece, y al igual que nuestros hijos biológicos, es un regalo. El bien que este niño supone para mí, para mi familia y para todos los que nos rodean, nadie nos lo podrá quitar nunca”.
Antonio e Isabel fueron el primer matrimonio de Familias para la Acogida que acogió niños en casa. “Mi mujer y yo llevábamos varios años casados y los hijos no llegaban. En la pertenencia a la Iglesia el Señor nos hizo ver gente que con una disponibilidad grande tenía hijos acogidos o adoptados. En nosotros surgió un atractivo por el acogimiento” –contó Antonio. Al cabo de un tiempo el matrimonio abriría las puertas de su casa a dos hermanos de 4 y 6 años que llevaban varios años en distintos centros de acogida y que con el tiempo terminarían adoptando.
Comenzó entonces un camino que aún hoy, después de 11 años, no ha terminado, es el proceso de hacerse padres los unos y volverse hijos los otros, como explicaría Antonio: “El hijo natural poco a poco se tiene que ir despegando de los padres, mientras que en nuestro caso era lo contrario, nuestros hijos tenían que ir apegándose a nosotros, y nosotros a ellos. En este proceso nos hemos dado cuenta de nuestra limitación de cara a poder responder a su dolor por el abandono, y a poder abrazar su diferencia, el hecho de que la otra persona es diferente a ti, como pasa con tu mujer o tu marido. Hasta que ellos no llegaron a nuestra vida, éramos inconscientes respecto a nuestra limitación. Con ellos hemos aprendido a conocernos y a pedir al Señor. En una ocasión Ana Marazza, una psicóloga de Familias para la Acogida, decía que todos precisamos ser abrazados y por ello Dios suscita unos padres y una mujer o un marido y unos hijos para llegar hasta nosotros. Sin duda, nosotros podemos decir que este tiempo ha sido la ocasión para crecer junto a nuestros hijos”.