El pasado viernes 21 de junio, en la sede de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Valencia tuvo lugar la presentación pública de la Asociación Familias para la Acogida en Valencia. Contó con una nutrida asistencia que superó la capacidad del salón.
Intervinieron Blanca Ortega, madre acogedora y socia de FpA, el matrimonio Guénard –Martine y Tim-, y el delegado de la asociación en Valencia, Gabriel Gerez Kraemer.
Tras una breve presentación de la asociación por parte de su delegado en Valencia, tomaron la palabra los invitados, para responder a las preguntas que desde la presidencia de la mesa se les formuló. A través de ellas, se hizo evidente la singularidad de la asociación (una red de familias que busca acompañarse en la experiencia de la acogida y adopción) y del bien que representa la acogida, no sólo para el necesitado de la acogida sino también para la propia familia acogedora.
Blanca Ortega explicó primero por qué tomaron la decisión de acoger a una niña con grandes necesidades, que hoy tiene dos años; el detonador, precisó, fue conocer a otras familias acogedoras y el deseo de abrir la propia vida y la familia.
Intervino después Martine, a la que preguntamos qué tipo de acogida realizan en su casa y qué dificultades han encontrado a lo largo de sus más de 30 años de acogida. Contó cuáles fueron los orígenes de la casa “Ferme de Notre Dame” y nos habló de las primeras personas que llegaron allí. A ella le movía querer compartir el “exceso” de amor que había recibido en su casa; a Tim, ayudar a quien lo desease, desde su experiencia de un dolor y de un sufrimiento que, como es fácil apreciar a su lado, han sido vencidos.
Fue precioso escuchar a Martine relatar cómo, con el paso de los años, ha cambiado su concepción pero también la forma concreta misma de la acogida como consecuencia de la atención a las dificultades que las personas acogidas o que sus propios hijos han ido planteando.
Finalmente Tim Guénard, al que preguntamos por qué todas las desgracias que ha sufrido no han podido con él; queríamos saber cómo ha vencido al mal que tan presente ha estado en su vida. Comenzó entonces a enumerar los sucesivos encuentros y abrazos que han acontecido en su vida y tras escucharle se hizo evidente un juicio: sentirse acogido es indispensable para que uno pueda aceptarse a sí mismo. Sentirse amado es el primer paso para amarse a sí mismo. Esa es una experiencia que casi automáticamente, casi inconscientemente, se vive en el seno de la unidad familiar; ese es el gran valor de la familia y la razón de ser de nuestra asociación.
Gabriel M. Gerez Kraemer.