Publicamos las cartas que nos han enviado varios de los asistentes al encuentro del grupo de Discapacidad de FpA que tuvo lugar en Madrid el 16 de noviembre.
«El viernes pasado nos reunimos unas cuantas familias del grupo de discapacidad de FpA. Lo primero que me llamó la atención es que todos pusimos sobre el tapete una necesidad que no encuentra su respuesta en ninguna de las diferentes asociaciones o centros a los que van nuestros hijos: todos estamos necesitados de estar humanamente acompañados. Es evidente que la discapacidad de nuestros hijos supone para todos nosotros una herida, pero esta herida no se cierra por el hecho de reunirnos o contarnos nuestras dificultades -que son muchas-, sino que cuando estamos juntos la herida se hace más evidente y nos ayudamos a reconocer un drama más profundo que nos constituye y que no acaba en la discapacidad de nuestros hijos.
Es evidente que la situación de discapacidad nos empuja a hacer un camino, un camino en el que es posible renacer en medio del dolor y de la oscuridad en la que a veces nos encontramos».
Javier Llabrés, Madrid.
«Desde las las diez de la noche hasta la una de la madrugada en el encuentro con vosotros he aprendido mucho ¿Cómo puede testimoniarse entre todos dolor, lágrimas y PAZ tambien? ¿Quién es capaz de llegar a esto por sus propios medios? ¡¡Yo no!!.
Experiencia extraordinaria para preguntarse por la diferencia entre la asociación a la que pertenezco en Bilbao desde hace muchos años y lo que yo viví entre vosotros ese día. En la de aqui hace tiempo que no voy a las reuniones porque no me construyen, más bien destruyen; el dolor y el lamento definen las vidas de padres y madres sin otra posibilidad en su vida. Todo se resume a una supervivencia, el resto sólo cuestiones operativas y de gestión. Suelo encontrarme con algunos de vez en cuando, conocidos por mi esposa y por mi en los primeros tiempos de escuela de padres y grupos de autoayuda. Recuerdo muy bien como en varios encuentros casuales por la calle con otro padre hace unos meses un par de veces intenté llevarle en la conversación a explicarle que me sostiene «otra» forma de vivir el dolor, sin que haga daño -¡al contrario!- con sentido …. bueno, pues la conversacion podría ser de diez o quince minutos parados en la acera pero llegado ese punto aparece la urgencia de una despedida rápida con abrazo incluido y un «hasta otro día».
En nuestra reunión fue creciendo «un hecho de vida» que, como decía el texto que llevábamos de referencia, nos permite renacer sea cual sea la oscuridad, de manera que cada cosa, cada relación, cada alegría, cada dificultad… nos ponga en relación con el Infinito.
Fui a Madrid porque necesitaba volver a veros, refrescar lo que ya sé pero de lo que me distraigo con el caminar de cada día. Da las gracias a todos. Un abrazo».
José Ignacio Martínez, Bilbao.